La pared invisible: Cuando tu cuerpo no quiere levantarse

La pared invisible: Cuando tu cuerpo no quiere levantarse

¿Alguna vez has sentido ese bloqueo? Esas mañanas en las que no quieres hacer nada, en las que te sientes anclado al sofá o a la cama. Tu mente sabe que tienes que levantarte y tomar acción para generar un ingreso, para mejorar tu vida, pero no hay ni una pizca de ganas.

Sientes que el tiempo se detiene, y la cabeza no para de dar vueltas. Analizas, sobrepiensas, te preguntas por dónde empezar, y al final, la inercia gana. Te quedas paralizado por la impotencia, por el simple hecho de que el impulso choca contra una gran pared mental. No te preocupes, no estás solo. Esto nos pasa a muchos cuando queremos ponernos en acción.


La gran lección: El movimiento genera movimiento

Algo que aprendí hoy es que no necesitas tener la motivación, las ganas o la «gran idea» para empezar. La clave es empezar sin esperar nada a cambio.

No me refiero a que te sientes a trabajar en tu proyecto principal si no tienes ánimos. Me refiero a empezar por algo ridículamente pequeño.

  • Prende el ordenador.
  • Limpia tu escritorio.
  • Organiza esa pila de ropa que está en tu cama.
  • Tiende la cama.
  • Recoge esa basura que lleva en el rincón desde 2019.

Son acciones que no requieren esfuerzo mental y que, una tras otra, te van a llevar a un lugar mejor. De pronto, sin darte cuenta, ya estás en el teclado, escribiendo y dejando que las ideas fluyan. Así es como llegan el empuje y el entusiasmo: poniéndote en acción.


La batalla en la mente: De los pensamientos intrusivos al autoconocimiento

Pero eso no es todo. A veces la meditación me ayuda un montón. Resulta que cuando estoy más concentrado y siento que estoy progresando, llegan los pensamientos intrusivos: «Quiero hacer pis», «Quiero comer algo», «Veamos la página roja que empieza por X», «Quiero tomar una siesta»… y así.

Según una técnica de meditación, o tal vez la que me funciona a mí, la clave es observar mis pensamientos. No luchar contra ellos, no recriminarlos, ni juzgarme por tenerlos, sino simplemente observarlos y preguntarme: ¿Por qué pienso así? ¿Por qué tengo este prejuicio? ¿De dónde viene este temor a tal cosa?

Al hacer esto, me encuentro profundizando, llegando a momentos de mi vida que, por alguna razón, generaron un sentimiento o un recuerdo tan profundo que moldearon una parte de mí. Y resulta que muchos de mis actos, pensamientos e ideas vienen de ahí, guiados por esas experiencias pasadas que dictan cómo estoy pilotando mi vida en el presente.


La gran pregunta: ¿Mi futuro es demasiado pequeño?

Esto me ha llevado a pensar: si mi perspectiva de futuro está creada a base de mis experiencias, recuerdos y vivencias, ¿no podría estar mal encaminada? Si mi conocimiento y mis vivencias son limitados, ¿no habré creado un futuro hipotético que está muy por debajo de mis capacidades?

Lo que veo ahora es que podría tener un futuro inmensamente grande, si tan solo abriera un poco más mi mente y me lanzara a vivir experiencias nuevas. Creo que en algún momento encontraremos la respuesta a todas nuestras preguntas. Y sí, es clave hacer preguntas. Pero el caso no es preguntar por preguntar, sino hacer las preguntas correctas para obtener las respuestas correctas.

Así que el tema es: ¿cuáles son las preguntas que debemos hacernos? ¿Sobre qué o sobre quién? Por lo menos, ya hemos empezado a buscarlas juntos.


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